SIMPLEMENTE... TOLEDO

sábado, 14 de febrero de 2015

HABÍA UNA VEZ EN OTRO TOLEDO...MARIQUITA LA PELONA

¡Muy buenas!

En este día tan especial, toca poner una leyenda toledana romántica.

He elegido una de las pocas que no acaba con final trágico y que nos da una gran lección: lo importante de una persona está en el interior.


Se trata de "Mariquita la Pelona".

Es una leyenda sin una zona concreta de acción ya que apenas se mencionan lugares en ella.

Tradicionalmente se la ha relacionado con la zona de la Plaza de las Cuatro Calles al ser una de las zonas gremiales por excelencia de Toledo.




Sin más, procedo a contaros la leyenda.

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Vivía en Toledo un cristiano viejo un tanto zascandil llamado Juan Lanas, cuya vida no siempre era todo lo honrada que debiera.
Cierto día tuvo un pleito con un vecino por unas tierras, resultado del cual tuvo que pagar una cantidad importante de maravedíes, y tal fue el disgusto por la pérdida de tan importante suma que al poco enfermó quedando ciego.

Juan tenía una hija, Mariquita, doncella honrada y trabajadora, cuya belleza era asombrosa, especialmente por una espléndida cabellera que cuidaba y atusaba con esmero cada mañana.
La pobre infeliz no hacía más que lamentar el estado en que había quedado su padre, sin poder volver a ver los maravillosos colores de las flores, ni los azules cielos, ni el rubio de su cabellera.

Estas meditaciones la tenían sumida en una profunda tristeza, motivo por el que cierta mañana se acercó hasta un afamado médico árabe de nuestra ciudad junto a su padre para ver si era posible hallar remedio al mal que lo aquejaba.
Tras el reconocimiento, el médico afirmó ser capaz de devolver la vista a su padre, pero las plantas, piedras y componentes necesarios para llevar a cabo la curación debían venir de muy lejos, lo que hacía que el precio por el remedio adquiriera la cantidad de 500 maravedíes de oro.
¿De dónde iban a sacar una cantidad tan elevada?

En aquellos tiempos frecuentaba la casa un buen amigo de la familia, perteneciente al gremio de los escuderos, de nombre Maese Palomo, quien amaba en silencio a Mariquita, pero incapaz de reconocer su amor vivía con la angustia de que, cualquier día, Mariquita le daría el sí a otro hombre.
Su timidez le impedía confesar sus amores y bien que lo sentía.

Precisamente una tarde que se encontraba de visita en casa de tan querida familia, anunció que había muerto una tía del Corregidor, y que era preciso encontrar doncellas honradas que quisieran portar el féretro, recibiendo por ello un ducado, y se preguntaba si Mariquita estaría dispuesta.

A todos pareció bien la propuesta y nuestra joven se encaminó al lugar indicado para vestir el hábito blanco, la faja y la corona ceñida a esa hermosa cabellera.

Y he aquí como el destino a veces juega con nosotros de manera imprevisible...

La mujer del Corregidor era completamente calva debido a unas fiebres que había cogido sabe Dios donde, y claro está sufría terriblemente por ello, cubriendo en todo momento su cabeza con pañuelos y sombreros.
En la procesión que portaba el cuerpo de la difunta, la Corregidora se fijó en la espléndida melena de Mariquita, sintiendo que ya no podía vivir si no poseía esa hermosa melena trenzada en su cabeza.

Por eso, finalizado el acto pidió a su marido que hablara con ella y ofreciera cualquier cantidad de dinero para conseguirla.

Dicho y hecho. A la mañana siguiente, el Corregidor se acercó hasta la casa de Mariquita ofreciendo 100 maravedíes si aceptaba cortarse tan esplendoroso aditamento, trenzarlo y ofrecérselo.
Mucho extrañó a la joven la oferta, quien pronto se percató de que el interés de aquel hombre era mucho y que estaría dispuesto a pagar mucho más.
De esta manera, Mariquita fue exigiendo sumas mayorees, mientras que el Corregidor iba aumentando las suyas, y en este juego, se alcanzó la cifra que Mariquita ansiaba: ¡Quinientos maravedíes!, la misma cantidad que necesitaba para curar a su padre.

Así pues, y con mucho dolor, emplazó al Corregidor al día siguiente para recoger su cabellera perfectamente trenzada y nada más salir tan importante personaje corrió a coger unas tijeras y comenzó a rapar su pelo.
Varias horas duró la tarea, horas en las que las lágrimas no pararon de brotar de sus ojos.

Cuando finalmente concluyó su trabajo, se acercó hasta un espejo y con más miedo que otra cosa, posó su mirada en él, apareciendo una imagen desconocida: la suya sin nada de pelo.

Tan fuerte fue su dolor que inmediatamente se colocó un pañuelo para cubrir su calvicie, y cogiendo a su padre por el brazo, lo llevó hasta el médico para que iniciara la cura, prometiéndole que a la mañana siguiente tendría su dinero.

Las cosas han salido como debían. El Corregidor cumplió su palabra y pagó el dinero acordado.
El médico hizo lo propio y tras cobrar tan sustanciosa cantidad sanó al enfermo.

Al día siguiente,  Maese Palomo acudió a la casa de Juan Lanas para felicitarle por su recuperación.
Llegó a la casa y vio a Mariquita con el pañuelo.
Extrañado, preguntó a Juan Lanas el motivo por el cual su hija portaba aquel pañuelo.
Al conocer toda la historia, no tuvo ningún reparo en pedir la mano de Mariquita a pesar de su calvicie, pues su amor podía más que tan desgraciada circunstancia, todo ello con el consentimiento del padre que veía en Maese Palomo un hombre generoso y de buen corazón.

Cuenta la leyenda que, tantas buenas circunstancias se juntaron que, Mariquita decidió que a partir de ese día, y en recuerdo de estos sucesos, se le apodara Mariquita la Pelona, porque nunca más dejaría crecer su cabello símbolo de lo superficial, sino que se dedicaría a buscar la belleza en el interior de las personas.

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¿Qué os ha parecido la leyenda? Bonita, ¿verdad?

Como canción he seleccionado una canción que para mi representa a la perfección lo que es el amor.

Se trata de "Comiendote a besos" de Rozalen.


Muchas gracias por vuestras lecturas y comentarios.

Sois el motor del blog.

Se despide,

Triskel, gota de palabra.

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