En este caso, el autor es quién os escribe.
He ambientado la acción del relato en dos de las zonas que, para mí, son de las mágicas y misteriosas de Toledo: el Embarcadero y el Valle.
No sé vosotr@s, pero yo siempre siento algo que no sabría explicar cuando paseo por esas zonas y así lo he querido expresar en el relato.
Y sin más, os dejo con "La barca de Mortimer". Espero que os guste y si no os gusta, no seaís muy crueles, por favor, jeje.
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Acababa de llover y mis pasos mezclaban los adoquines con el
barrillo que la lluvia genera. Estaba en Toledo, en el Casco Histórico de
Toledo.
Era de noche. ¿Qué hora era?. No la recuerdo.
Lo que sí recuerdo es que no había nadie por las calles,
esas calles oscuras donde la luz se defendía con faroles eléctricos. Silencio
total sólo ligeramente roto por el eco de mis pasos.
Caminaba pensando en mis cosas, con la cabeza más puesta en
mis pensamientos que en mis pasos.
Bajaba escalones, subía cuestas no sin a veces sentir las
miradas de los vecinos, escondidos tras las cortinas de sus casas preguntándose
qué hacía una mujer andando sola por la noche en las calles del Casco.
Cuando volví a mis pasos, me encontré que estaba en la
Bajada del Barco, es decir, en la zona conocida como “El embarcadero”.
Se llama así porque en esta zona se encuentra la barca que
transporta a los romeros desde el Casco a la ermita del Valle durante la
celebración del día de la Virgen del Valle, el 1 de Mayo.
Como en las anteriores calles transitadas por mí, nadie
había.
Para ser una noche de otoño, hacía una temperatura agradable
por lo que me senté un rato.
Me relajaba el sonido del agua del río Tajo pasando por
allí. Todo un remanso de paz en exclusiva para mis sentidos.
Sentada, pude ver como en el Valle había mucho transito.
Seguramente, mucha gente aprovechando que al día siguiente
era festivo había ido a pasar esa mágica noche allí.
Yo seguí allí, escuchando el sonido del agua que cada vez me
sumía en un estado que me transportaba al más profundo de mis pensamientos.
Estando así no fui consciente de que el tiempo pasaba y
pasaba hasta que me rescató al mundo real las fuertes campanadas de una iglesia
cercana. Miré el reloj. Las 12.
Pude comprobar que hacía más frío y que se había empezado a
levantar una densa neblina originada, seguramente, por el río.
Caminé por la zona para entrar en calor y ponerme en breve
en marcha cuando algo sonaba en el río.
Me agazapé en una cruz cercana, por si acaso.
A la orilla llegó una barca. Era de madera, parecía muy
antigua.
De ella, bajó una figura muy alta en forma de capa negra.
Miró a su alrededor, no me vio.
Hizo una seña y de la barca salieron cientos de personas
pálidas.
-
¡Corred por toda la ciudad!. ¡Ésta es vuestra
noche!. ¡Id a ver a vuestros seres queridos!. Y recordad, volved antes del alba
o sino vagaréis en este mundo para siempre.
Y tras estas palabras, salieron corriendo en diversas
direcciones. Más que correr, parecía que levitaban sobrenaturalmente.
Yo seguía agazapada, ahora más que nunca observando toda la
escena. Pasaron cerca de mí algunas personas pero creo que ni se fijaron en mí.
Después de irse todos, sólo quedó en la zona la figura
embozada.
Amarró la barca a un cabo y sacó
un papel de su capa.
Empezó a caminar, como si buscara algo… o a alguien.
El miedo empezó a apoderarse de mí.
Un sudor frío invadía todo mi cuerpo, mi mandíbula y mis
manos se apretaban.
Podía sentir los siniestros pasos del embozado por la
plazuela. Pasos huecos, fríos.
Tras un rato, los pasos cesaron.
Salí un poco de mi improvisado escondite. Creía que el
peligro había pasado, cuando enfrente mía apareció el embozado boca abajo.
Se había colgado de la cruz para esperar a que me levantara.
Antes de que bajara,
yo ya había empezado a correr.
No sé cuántas calles ni monumentos recorrí en mi frenética
huída.
Pasé la Casa del Diamantista, las Carreras de San Sebastián
– que no creo que fuera más carrera que la que estaba haciendo yo-, hasta que
llegué a la calle Sola, pasando por la calle de Santa Catalina.
Me detuve en la calle Sola al no poder correr más debido al
cansancio y al frío.
Observé y vi que mi perseguidor embozado se había perdido o
cansado en las Carreras de San Sebastián.
Aún así, necesitaba huir de allí.
Caminando un poco por la calle, encontré un taxi que acababa
de dejar a una persona.
Me monté enseguida y le dije al taxista que me llevara al
sitio más concurrido de la ciudad.
El coche arrancó y el taxista me llevó al Valle.
Efectivamente, era un lugar lleno de gente haciéndose fotos.
Parecía un lugar agradable.
Me bajé del taxi y me metí en un bar.
Allí me senté en la barra y pedí un café caliente.
Necesitaba algo caliente para calentarme y reflexionar sobre lo ocasionado.
Estaba tomando el café, cuando un hombre se sentó a mi lado.
-
Hola, ¿estás sola?.
-
Sí.
-
Perfecto, te hago compañía.
Y antes de que pudiera decir nada se sentó en el taburete de
al lado.
-
Me llamo Mortimer, encantado.
-
Marta.
-
¿Y qué te trae por aquí, Marta?. ¿Eres una
turista más que viene a hacer fotos y a ver si encuentra algún fantasmuelo?.
-
No. Soy de Toledo. Vivo en la zona nueva de la
ciudad pero esta tarde algo por dentro me hacía subir al Casco. Quizá
necesitaba pensar en todos aquellos que ya no están conmigo.
-
Es una fecha perfecta para reflexionar. Yo soy
un viajero, voy de acá para allá sin rumbo fijo. Donde me lleva la gente.
-
Curioso.
Continuamos charlando. Los cafés se convirtieron en alcohol
y la charla se fue animando.
Salimos del bar. Estaba más animada y tranquila en la
compañía de Mortimer.
-
¡Uf!. Creo que voy un poco achispado. Así no
puedo conducir. Daré un paseo a ver si se me baja. ¿Me acompañas Marta?.
-
Claro, vamos a andar un rato por ahí.
Caminamos hasta que paramos en una roca apartada del
bullicio.
-
¿Qué hacemos aquí, Mortimer?.
-
Mortimer…
Empezó a reírse de una forma estridente y fuerte mientras se
iba transformando hasta que finalmente se transformó en el embozado.
Me eché para atrás asustada.
-
Así es, Mortimer. Un bonito pseudónimo para
alguien que se llama Muerte.
Y dicho esto, sacó de su capa una guadaña.
-
Aquí acaba tu historia en este mundo, Marta. Hoy
es el día en que te vienes conmigo.
-
No, no, no…
Y tras esto, la Muerte lanzó su guadaña contra mí y ya no
sentí más.
Desperté. Me notaba extraña. Observé mi alrededor y vi que
era la barca vieja. Me levanté sobresaltada, rodeada de más gente.
La Muerte remaba por el río.
-
Bienvenida Marta, o mejor dicho, el alma de
Marta. Más vale que vayas haciendo amigos, pues con esta gente vas a pasar
mucho tiempo.
Miré a la orilla. Allí estaba mi cuerpo flotando cerca de la
tierra mientras una patrulla de la policía inspeccionaba la zona y mi familia
lloraba desconsolada.
Una lágrima rodó por mi cara.
Fue la última escena que vi. Del agua salió un agujero, el
cual nos transportaría al mundo de los muertos.
-
Bienvenida a tu nuevo hogar, Marta- dijeron
todos.
Y tras esto, la barca fue tragada por el agujero y todo
volvió a la normalidad.
Hoy hace un año de aquello y la barca me ha dejado en
Toledo.
Es mi única noche en el mundo de los vivos y voy a
aprovechar el tiempo.
Quién sabe si me encontraré contigo y acabemos viajando
juntos en la barca de Mortimer.
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Como canción, para desengrasar de tanto terror, os dejo ya un clásico de estas fechas: No es serio este cementerio, de Mecano.
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